La enfermería ha sido
una actividad que, a pesar de los cambios experimentados en su historia, ha
concedido siempre una gran relevancia a las exigencias éticas vinculadas a su
quehacer.
El origen de la
Bioética tiene que ver con la búsqueda de un lenguaje común que nos ponga de
acuerdo en qué valores han de ser respetados en la práctica sanitaria. Éste fue
el propósito del informe Belmont8 cuando estableció en 1978 los cuatro
principios éticos –tres originariamente– que debían guiar la experimentación
científica con seres humanos. Destinado en un principio a investigadores y
científicos, hoy en día prácticamente todas las profesiones sanitarias han
asumido los cuatro principios como el núcleo de las exigencias éticas de su
quehacer asistencial.
En las décadas de los
60 y 70 la imagen de la enfermera experimenta un gran cambio. La figura de la
enfermera como “abogada o defensora del paciente” entiende de manera diferente
la tarea de cuidar: proteger y defender los derechos del paciente; preparar al
paciente física y psíquicamente para que se defienda de las agresiones
potenciales de médicos y estructuras sanitarias.
Existen numerosas y
variadas acepciones de los cuidados de enfermería, desde las más existenciales
a las más técnicas: cuidado como trato humano; como imperativo y compromiso
moral de mantener la dignidad e integridad de las personas; como afecto,
implicación emocional, empatía e intimidad; como atención biológica, asociada a
la búsqueda de resultados fisiológicos; cuidado como acto terapéutico en el que
el paciente percibe necesidades y la enfermera interviene en la satisfacción de
las mismas.
Tres cosas van a
caracterizan el desempeño de una buena función cuidadora y, por lo tanto, de
una enfermería de calidad: un concepto de cuidado que incluya la participación
de otros profesionales y del propio paciente; el respeto de los principios
éticos en que se apoya la tarea de cuidar; y las actitudes que se exigen de la
persona que cuida. Incorporar los tres elementos en los programas formativos de
la enfermería mejorará la capacidad de los profesionales para prevenir y
resolver los conflictos éticos en la práctica asistencial.
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